En los últimos meses, he tenido la oportunidad de recorrer 20 pueblos de Castilla y León, de la mano de la Federación de la Mujer Rural (FEMUR) y diversos ayuntamientos, hablando con más de 300 mujeres, muchas de ellas mayores de 60 años, sobre prevención de violencia y quiero compartir en primera persona las conclusiones de estos encuentros.
Hay una clara preocupación por el crecimiento de la violencia en sus diferentes formas, así como una confusión con respecto al concepto de violencia. Tanta información, alguna de ella contradictoria, en lugar de crear certezas, lo que está originando son dudas y confusiones. La violencia en todas sus expresiones; física, emocional o verbal, es un problema grave en nuestra sociedad y tiene mucho que ver con el concepto que tenemos, en este momento, del ser humano y el valor que le damos a la vida.
En los últimos 30 años han cambiado nuestros valores, en aras de la modernidad y el progreso, la mayoría de los cambios han sido muy positivos para el crecimiento y el bienestar, pero algunos de ellos nos han puesto a los pies de los caballos en esta aventura que es vivir. Estos cambios se han producido por los miembros más jóvenes de las familias, ante la atenta y absorta mirada de sus padres, que poco o nada compartían de lo que estaba ocurriendo, pero que aceptaban con el inmenso amor que tienen por sus hijos, a los que les han dado una educación y cultura privilegiada, de la que ellos sienten que carecen. Agachan sus cabezas, suben sus hombros y asienten ante algo que no comprenden, pero tampoco se quieren quedar atrás en esta sociedad que avanza pasando el rodillo por todos aquellos que osan cuestionarla. Afortunadamente, en lo más profundo de su corazón todavía hay rescoldo de profundos valores que les sirvieron en su vida como el respeto, el trabajo, la responsabilidad y el amor, que hoy les sirven de brújula en un mundo, que para ellos se desmorona.
Nuestros mayores son muy conscientes que la violencia está teniendo consecuencias devastadoras en aquellas familias en las que ha entrado. Los niños se sienten inseguros, emocionalmente destrozados por una sinrazón que no comprenden de aquellos que más aman y que los deshumanizan por un ego desacerbado. Para las parejas, la situación no es mejor, la dependencia económica y emocional, es tan fuerte como la cadena de un elefante que le mantiene atado a una ridícula estaca, pero que tiene un gran poder porque está grabada en el inconsciente y cuesta romperla. Respecto a la violencia hacia los padres por parte de los hijos, ¿qué podemos decir? denota el miedo a crecer, las frustraciones no aceptadas, la falta de coraje para vivir… todo ello con una gran dosis de ira, que se mezcla con el amor filial creando una poción venenosa para ambos.
La ansiedad, el estrés, la depresión, los problemas de conducta se han ido convirtiendo en una constante en muchos hogares, convirtiendo convivir en una situación peligrosa. Sería fácil tratar de identificar a los responsables de esta sinrazón que ha convertido la violencia en la lacra del siglo XXI: la televisión, la permisividad de los padres y los colegios, las malas compañías, la escasa tolerancia a la frustración, el desapego malentendido, etc. pero en el fondo somos todos y cada uno de nosotros los únicos responsables de haber llegado hasta aquí, con cada situación en la que teníamos que haber dicho no, y callamos. Hoy nos arrepentimos, pero no hacemos nada que revierta esta situación.
En todos los encuentros he compartido el estudio del profesor Philip Zimbardo sobre los vidrios rotos que nos enseñan a no buscar responsables, sino a ser responsables y proactivos en nuestra vida. A descubrir cómo prevenir y cómo ser valioso, porque no olvides lector, eres muy valioso, tanto que eres único e irrepetible. No lo olvides nunca, no permitas que te digan que no vales, que no mereces la pena, no es así, la persona que te lo dice, se siente que no vale y como no lo puede aceptar te lo dice a ti. Es como si te dieran un regalo envenenado, estoy segura de que no lo aceptarías, pues esto es eso, un regalo envenenado. No lo aceptes.
Poner fin a la violencia es algo que nos compete a todos, especialmente si no la estamos viviendo en primera persona, porque cuando ponemos límites a personas que tratan de cruzar las barreras que consideramos infranqueables estamos dando ejemplo del camino a seguir. Y tener modelos sanos y que se respetan a si mismos y a los demás es un regalo para la sociedad.
Somos seres sociales que necesitamos relacionarnos, necesitamos la protección, el cariño, el reconocimiento de los otros. Nuestros comportamientos tienen la capacidad de inspirar a otros para hacer o no hace algo, por eso es importante no caer en la mediocridad, porque con ella dejamos de inspirar a los que nos rodean, y lo peor, a nosotros mismos.
En nuestros encuentros hemos hablado de algo muy llamativo: los hogares en los que habitualmente hay felicidad, no hay violencia y si miramos a nuestro alrededor, en nuestro trabajo, con nuestro grupo de amigos, suele ocurrir lo mismo. Pensemos en ser felices de una manera auténtica para expandirla a nuestro alrededor.
Es posible que estés pensando en que es algo muy abstracto, pero déjame contarte que estuvimos utilizando un juego que se llama “El juego de la felicidad”. Está compuesto por 52 cartas que contienen las claves para desarrollar la felicidad en nuestra vida. Son pequeños gestos, pequeñas acciones que más que sumar, son multiplicadores de la felicidad. Cada carta tiene un marco de un color y hay cuatro colores, las mujeres no saben su significado, no por nada en especial, sino porque lo importante es reconocer situaciones que nos ayudan a ser felices y, por lo tanto, a prevenir la violencia desde sus orígenes. Los colores son;
- El rojo agrupa cartas del área de las relaciones y el amor. Entendamos todo tipo de relaciones, pareja, amistad, familia, hijos, y también de las relaciones con uno mismo
- El amarillo agrupa cartas del área de la alegría y el bienestar, aquello que nos divierte, nos hace disfrutar y están muy relacionadas con lo que nos proporciona placer a través de los sentidos.
- El azul agrupa las cartas del área de la seguridad y la paz interior, todo aquello que nos permite sentir serenidad, mantener la salud, evitar el estrés y el miedo, la seguridad económica.
- El verde agrupa las cartas del área de crecimiento y desarrollo, recoge el deseo del ser humano de crecer, buscar la plenitud y el sentido de la vida.
A lo largo de las diferentes sesiones poníamos las cartas sobre una mesa, para ellas eligieran libremente las cartas que más les gustaran o les llamaran la atención y las comentábamos, compartíamos el porqué la habían elegido, y una reflexión sobre lo que pueden aportar a nuestro día a día. El resultado fue que muchas mujeres salían más contentas que cuando entraron y con la determinación de hace gestos que les ayudaran a ser más felices.
Recopile todas las elecciones, tratando de indagar si se tendía al equilibrio en cada una de las áreas y en cada uno de los lugares. Tras el análisis, las cartas que más ha elegido para desarrollar la felicidad son:
- Ser agradecido
- Vivir en familia
- La edad
- Sonreír
- El reconocimiento
- Celebrar
- Jugar
- Seguridad
El resultado global es que nuestras mujeres están en ese equilibrio, entono al 25% en cada uno de los conceptos, siendo el más bajo las áreas de crecimiento y desarrollo con un 23.86% y el más alto, con igualdad de puntuación (25.57%), el área de las relaciones y el de la alegría y el bienestar. Es comprensible este resultado, porque muchas de estas mujeres tienen su vida hecha y lo que desean es vivir disfrutando de cada día.
Nuestras mujeres se valoran y se cuidan, y cuidan sus relaciones personales, buscan disfrutar de su vida con sus familias y de sus amistades, evitando en la medida de sus posibilidades las situaciones violentas. Sus valores son las anclas que les permiten lograrlo con éxito.
Mi admiración por todas estas mujeres que nos han guida y nos siguen guiando en la medida que estamos dispuestas a escucharlas.
Me encantó , y además creo que te da para reflexionar mucho.
Como siempre, dando en el clavo, María. Muy buen análisis, qué gran trabajo!! Un punto que me parece fundamental para el futuro de nuestros hijos y nietos: la baja tolerancia a la frustración.